Que mejor que conmerar en las vísperas del 24 de junio, a un verdadero beato. Lo que sigue lo acaba de publicar
O Globo, sobre un show que diera anoche en New York.
Carnegie Hall vira "templo" da bossa nova com João Gilberto.
El hombre, una silla, un violão. Nada de juegos de luz, estenografía o efectos especiales. Era sólo João Gilberto, que repitió tímidamente su ritual de décadas en el escenario del Carnegie Hall la noche del domingo para rezar la fina liturgia de la bossa nova en el año en que el movimiento musical completa 50 años, Gilberto volvió al escenario del teatro neoyrquino que ayudó a esparcir el ritmo para el mundo e hizo de él un ícono. Fue aplaudido de pié ya de entrada. Destiló 22 canciones en poco menos de dos horas, mixturando, como se esperaba, sambas antiguos que dan saudade de Bahia y éxitos que reflejan los romances de un Rio de Janeiro idílico y urbano en los finales de los años '50 y comienzo de los 60. Cabizbajo, él simplemente se sentó sin mirar a las mas de 2.000 personas que lo observaban con veneración y disparó "Doralice", de Dorival Caymmi, seguida de los clásicos "Chega de Saudade" y "Corcovado". De ojos casi siempre cerrados, siguió adelante con "Morena Boca de Ouro", de Ary Barroso, y "Preconceito", éxito de los años '40 en la voz de Orlando Silva. Cantó entonces una composición suya - "O Pato",(NOTA DEL TRADUCTOR: esa canción no fue compuesta por él, sino por Jaime Silva y Neuza Teixeira) que despertó aplausos ya en los primeros acordes. Le siguió "Aos Pés da Santa Cruz", un samba de Marino Pinto y Zé da Zilda.
Hora de comenzar la octava música, hora de pedir ajustes técnicos. "Perdón, un poco más de guitarra", dijo Gilberto susurradamente en ingles al micrófono. Y el show continuó, con la platea contenida para no molestar al genio. Le seguirían "Caminhos Cruzados" ("Quando um coração cansado de sofrer, encontra outro coração, cansado de sofrer"...), "Samba de Uma Nota Só" y "Estate", en italiano. Pero quien estaba comenzando a sufrir en el escenario era él. "Obrigado. Disculpen pero hay un vientito aquí, sobre mi cabeza, que me pone un poco afónico", dijo el cantor. "Uncomfortable (incómodo)", agregó. João Gilberto tuvo que reclamar nuevamente y esperar algunas canciones más - "el vientito otra vez" - para que el aire acondicionado fuese apagado, y él pudiese proseguir tranquilo. Hizo cambios sutiles en todo lo que cantó. Quitó compases, acelerando o desacelerando el rítmo de las músicas. y si "Samba de Uma Nota Só" es apenas un sambinha de una nota só, la complejidad armónica con la cual la envuelve es la mejor traducción del arte que sólo João Gilberto consigue hacer. En diversos momentos, simplificó aún más la batida que creó, haciendo del violão apenas una guía para su registrada ginga vocal. También bromeó con letras. En "Lígia", excluyó el nombre de la musa de Tom Jobim, haciendo que sonase conocida y al mismo tiempo diferente. Del compositor más famoso de la bossa nova, cantó también "Samba do Avião" y "Desafinado", esta última una parceria con Newton Mendonça, entre otras. A esa altura, la platea ya enfrentaba el calor en el Carnegie Hall, pero continuaba emocionada. Gilberto se levantó después de la vigésima canción y, ovacionado, se fue tranquilamente. Volvió rápido para el bis, y dijo que iría a cantar una canción de su infancia. Era una versión de Braguinha en portugués para "God Bless America", de Irvine Berlin, y terminó la noche con el clásico de los clásicos, "Garota de Ipanema".
Fuente: O globo
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